4 comunidades indígenas que defienden los recursos naturales en México

Una oportunidad para detener el actual movimiento hacia la destrucción de la naturaleza y la desigualdad es plantearse la ecología como una prioridad de base social. Al respecto, Víctor M. Toledo comenta:

México es una de las sociedades con los mayores (índices) de riesgo en el mundo, es el resultado de un conjunto de proyectos que bajo la ideología de la modernidad siembran la destrucción en la naturaleza y el ambiente casi de manera automática. La sociedad mexicana es testigo de la destrucción de nuestro ecosistema: extinción de fuentes de agua, desquiciamiento de equilibrios naturales, abatimiento o desaparición de especies, vegetaciones y paisajes, envenenamiento de aire, manantiales, suelos, alimentos, etcétera.

En la organización comunitaria y el buen uso de los recursos naturales podemos encontrar soluciones a la pobreza, la alimentación, los desastres naturales, el cambio climático, etc. Pero insistimos en malgastar nuestros esfuerzos en exigir y suplicarle, a aquellos que no desean cambiar las cosas, que lo hagan. El reto es: ¿por qué no cambiarlo nosotros?

Existen ejemplos a nivel mundial que están tratando de solucionar la crisis desde otra perspectiva, con una propuesta que se aleja del modelo de “desarrollo” actual siendo cada habitante partícipe activo del cambio, partiendo desde la base, que es modificar el estilo de vida. Representando un sistema alternativo que propone experiencias comunitarias de pequeña escala, intentando construir la sustentabilidad a nivel local en armonía con su entorno natural.

Toledo, en su colección de ensayos presentados en el libro Ecocidio en México: la batalla final es por la vida, estima que en el país el número de proyectos e iniciativas comunitarias alcanza los 1,040 en tan sólo cinco estados de la república: Quintana Roo, Oaxaca, Puebla, Chiapas y Michoacán. Aquí las comunidades locales desarrollan alternativas de vida mediante la articulación con la naturaleza, en defensa del territorio de proyectos mineros, hidráulicos, energéticos, turísticos, agrícolas, químicos y biotecnológicos (transgénicos) que ponen en peligro sus recursos naturales, cultura, memoria, historia, territorio, etcétera.

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A continuación, te compartimos cuatro ejemplos de estas iniciativas:

* Cuetzalan, Puebla: Este modelo es un gran ejemplo de lucha contra la destrucción del planeta provocada por la civilización industrial. La Sierra Norte de Puebla es una región rica en recursos naturales, paisajes, cultura e historia. Ante la amenaza de proyectos destructivos de los recursos naturales y la cultura de la región, la comunidad logró detener un megaproyecto turístico en 2009 y la aprobación del Ordenamiento Ecológico de Cuetzalan (OE) para la defensa de su territorio, con lo que cualquier proyecto o iniciativa privada, internos o externos, están obligados por ley a proteger los recursos naturales de la zona. Además la organización Tosepan Titaniske (Unidos Venceremos, en náhuatl), reúne actualmente a más de 20,000 familias nahuas y totonacas en ocho cooperativas y dos asociaciones civiles, lo que la convierte en un referente de organización comunitaria a nivel nacional e internacional.

* Comunidades indígenas de Cherán (purépecha) y Donaciano Ojeda (mazahua), Michoacán: Impulsan proyectos productivos, forestales, agroecológicos, sociales y culturales para beneficio de sus comunidades. La comunidad indígena de Donaciano Ojeda es un ejemplo de compromiso con el manejo forestal sustentable, y cuentan con reglamentos internos de uso y manejo de recursos naturales que han sido reconocidos a nivel regional.

* Nuevo San Juan, Uruapan: Durante más de 30 años han logrado consolidar un proyecto de autogestión basado en la democracia participativa, la conservación de los bosques y el rescate de la cultura y la historia. Nuevo San Juan es un referente nacional e internacional de control comunitario de los recursos naturales que ha permitido elevar la calidad de vida de sus habitantes. Un ejemplo exitoso es esta cooperativa.

El caos global, que sacude cada vez con más frecuencia a las sociedades, siempre es doble: ambiental y social. Según John Ackerman:

Las grandes crisis suelen generar ideas profundas (…), es por eso que nos encontramos en un momento en México y el mundo, ideal para imaginar y construir nuevas coordenadas para la acción y la esperanza.

La iniciativa y la organización comunitaria pueden hacer el cambio para garantizar el uso responsable de nuestros recursos naturales, conservar nuestra cultura y mejorar nuestra calidad de vida. No existe diferencia entre comunidades rurales y urbanas, podemos inspirarnos en casos como estos, que son algunos ejemplos de innumerables muestras de que la organización y el bienestar social están ligados directamente al cuidado de los recursos naturales.

Estamos en un momento de la historia en el que no hay vuelta atrás: es indispensable tomar conciencia de nuestra especie, recobrar el sentido de origen y nuestra pertenencia al mundo de la naturaleza. Restablecer un comportamiento solidario con nuestros semejantes (todos los organismos que forman parte del ecosistema) y edificar una ética de la supervivencia basada en la cooperación, la organización, la comunicación y la comprensión. ¿Para salvar el planeta? No. Para nosotros mismos, para ser más felices en nuestro día siendo coherentes con nuestras ideas, empáticos con lo que nos rodea y orgullosos de la realidad que estamos construyendo.

Te invitamos a conocer las distintas propuestas y organizaciones que formamos parte de la Red Ambiental Mexicana y sumarte a la que empate más con tus prioridades, pero sumarte al fin, que es la única manera en la que desde la sociedad civil podremos construir esa realidad que queremos y de la que nos enorgullezca formar parte.

 

Esta nota fue originalmente publicada en ecoosfera.com

¿Por qué amar a México a través de experiencias y no lugares?

Alerta una peculiar teoría naturalista que el hombre es el reflejo del ambiente en el que vive. Sea por la estrecha relación de las condiciones meteorológicas con la salud y fisiología, o en tanto que su geografía define ciertos modos culturales de extenderse en el espacio; el hombre puede ser el clima y el territorio que habita en la medida en que se funde con ellos.

Resulta interesante conectar esta concepción con México y sus mexicanos: un México donde los climas son distintos y dispersos, y donde la cantidad de escenarios discrepantes contrastan la belleza de una diversidad biológica y cultural que en esencia es innata. Desde la más límpida geografía de sus desiertos y la espesura de un valioso bosque mesófilo, hasta los fortísimos vientos que cruzan ambas superficies; las incontables veces que la lluvia se apropia del territorio y le vuelven tropical por excelencia; un territorio que se sabe abrazado por una extensa cordillera de montañas, muchas de ellas de esencia sulfurea. Así se describiría a grandes rasgos también el mexicano.

Reconocer, por consecuente, que en México las experiencias las protagonizan no solo los espacios, sino la leyenda, la ofrenda, los lenguajes y las muchas máscaras del mestizaje –tan rico en formas étnicas como en mezclas cuasi-occidentales–. Que los mexicanos somos nuestro lugar, en la medida en que rendimos culto a los bellísimos procesos de la naturaleza (y damos gracias en miles de formas y tradiciones populares), a veces de manera inconsciente, y descubrir que las bases de toda filosofía antigua mexicana –la del México profundo–, se sujetan de fenómenos psico-climáticos de corte mágico, porque “las causas iniciales [de todo aprendizaje] están en el ambiente y permanecen allí” (Skinner).

Partiendo desde este umbral es fácil conectar con la idea de que México es, más allá de un destino turístico para contemplar, una suerte de anima difusa que no se ve, pero se vive y experimenta distinto en cada paisaje mexicano y en cada psique según su nacionalidad.

Encaminándonos a la franca premisa que defendemos en el título de este texto –¿Por qué amar a México a través de experiencias y no lugares?– las razones por las que se reconoce a México no son del todo geográficas o folclóricas (entendiendo esta palabra como lo comunitario, cultural e incluso teológico). Éstas comparten lugar también con el espectro axiológico; con el anímico, el metafórico, el cosmogónico, el onírico, el ritualista, el caótico y el sensible también, pero sobre todo con el axiológico. Aquello es fundamentalmente su riqueza.

Como bien evidenció alguna vez Carl Lumholtz, etnógrafo y explorador noruego, en su libro México desconocido, nuestro territorio ofrece irrevocables tesoros esencialmente en su comunidad y sus valores. En esas gentes que, permeadas de una gentileza asombrosa, nos comparten sus secretos de cultura cada vez que visitamos un rincón de México: “Encuentro a los mexicanos más corteses que ninguna otra nación de aquellas con que he estado en contacto”, decía, y añade:

Todo el que viaje a dicho país bien recomendado, y se porte como un caballero, puede estar bien seguro de quedar agradablemente sorprendido de la hospitalidad y solicitud de todos, altos y bajos, y de que no es una vana frase de cortesía la empleada por el mexicano que “pone su casa à la disposición de Ud.”

      Guanajuato es una ciudad con tantos detalles como historias.

Así como el prestigiado Lumholtz destacó esta notable virtud de la tierra mexicana, autores como Antonin Artaud, Jack Kerouac o el admirable Fernando Benitez, evidenciaron en sus diarios de viaje esas otras riquezas que subsisten en México, y que solo el sensible será capaz de aprender de ellas, una vez montado en su travesía por México:

“Centro del opio del Nuevo Mundo, comí tortillas con carne en la selva, en cabañas de palos a la africana, con cerdos frotándose contra mis piernas; bebí pulque puro de un cubo, recién traído del campo, de la planta, sin fermentar, la leche pura de pulque te hace reír, es la mejor bebida del mundo. Comí frutas desconocidas, erenos, mangos, de todas clases. En la parte trasera del autobús, mientras bebíamos mezcal, canté bop para los cantantes mexicanos que sentían curiosidad por saber cómo sonaba; canté Scrapple from the Apple e Israel de Miles Davis”, escribió en una carta Jack Kerouac a William Burroughs, cuando pasó por Culiacán.

En otro momento, escribía Antonin Artaud, a propósito de su viaje a la Sierra Tarahumara, que:

“La cultura racionalista de Europa ha fracasado y he venido a la tierra de México para buscar las bases de una cultura mágica que aún puede manar de las fuerzas del suelo indio… La mitología de México es una mitología abierta. Y México, el de ayer y el de hoy, posee también fuerzas abiertas. No es necesario indagar demasiado sobre un paisaje de México para sentir todo lo que sale de él. Es el único lugar del mundo que nos propone una vida oculta, y la propone en la superficie de la vida.”

Tomando en cuenta estas nobles razones quizá tu próximo viaje a través de México te regale otra perspectiva. Una perspectiva, sin duda, dotada de valores de cultura.

mas de mx collage jaen

*Imágenes: 1) Rosa Merman – flickr / Creative Commons; 2) Israel Gutiérrez; 3) flickr – Creative Commons; 4) Archivo Más de Mx; 5) Collage de Jaen Madrid

 

Esta nota fue originalmente publicada en masdemexico.com