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Miel orgánica, sustentable y justa desde Chiapas

Suena bien, pero ¿qué quiere decir que una miel sea sustentable, justa y orgánica? y ¿qué significa que en México se esté produciendo este tipo de miel? Hace seis años, en 2014, cerca de 300 productores agrupados en cinco cooperativas, se unieron en Chiapas. Estos apicultores tenían en común buenas prácticas con el entorno y especial interés por su conservación. Hoy, son dueños de su propia empresa y producen miel certificada como orgánica, así como delicadas mieles diferenciadas (monoflorales). Su miel es precisamente sustentable, justa y orgánica.

La existencia de la Red de Productores Apícolas del Estado de Chiapas (PROADECH) es un ejemplo de como en México puede producirse miel que sea exquisita, con tonos de sabor únicos, y saludable, por ser miel 100% natural y contener todas sus propiedades nutricionales, pero que además su consumo beneficie directamente la economía de quienes la producen (pequeños productores de comunidades chiapanecas), y que las zonas donde se produce, estén conservadas y protegidas.

Actualmente, la red de apicultores tiene 246 integrantes de esta red, de los cuales, 157 son hombres y 89 son mujeres (el 35%). La mayoría de los miembros son indígenas, pues el 80% de los miembros y pertenecen a los grupos tzotzil, tzeltal y chol.

Miel que protege el territorio y cuida la biodiversidad 

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Además de aplicar “buenas prácticas” de producción en sus apiarios, orientadas a asegurar un proceso de producción sostenible y respetuoso con el ambiente, los miembros de PROADECH se dedican a labores de recate de semillas de plantas nativas, que crecen en invernaderos y luego usan para reforestar las áreas próximas a sus apiarios. Es decir, en la medida en que esta red prolifere, habrá más superficie natural conservada, lo cual sería una gran noticia no solo para las regiones donde se encuentran activos sus apicultores, también para todo el país y, en otra medida, para el planeta.

Los miembros de la Red de Productores Apícolas del Estado de Chiapas entienden que su economía está íntimamente ligada a la conservación de los ecosistemas circundantes. Por esta razón, y además de sus prácticas ecoamigables de producción y reforestación de zonas degradadas, también han implementado programas de educación ambiental en las escuelas de la localidad, y campañas comunitarias para el manejo inteligente de residuos y deshechos. Por estas razones todas las mieles que produce PROADECH están certificadas como productos “amigables con la biodiversidad”.

Una miel 100% natural y por lo tanto una miel saludable

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Contrario a lo que ocurre con frecuencia en la producción industrial de alimentos, la PROADECH recalca entre sus propósitos no solo el cuidado del entorno natural, de su fauna y flora, también hacen explícito su compromiso con la calidad de su miel y con la salud de quien la consume: “Ponemos a su disposición miel de abeja 100% natural, sin mezclas ni alteración física o térmica que afecte las propiedades nutricionales que la miel aporta al organismo”. Además, advierten “(Nuestros productos se analizan) para constatar que nuestra producción está libre de residuos de pesticidas organoclorados y organofosforados y por tanto nuestros productos son saludables.”

Lo anterior adquiere particular valor si consideramos que increíblemente se calcula que el 30% de la miel que se comercia mundialmente en el mercado, ni siquiera es miel. 

Mieles mexicanas de ensueño

Además de su miel certificada como orgánica, y una miel multifloral de uso común, la PROADECH, vía su marca Apliflor, produce y comercializa cuatro mieles diferenciadas según su tipo de floración: campanita, canelo, cafetal y mangle. Esto quiere decir que las abejas que las producen solo se alimentan de flores de una u otra planta, es decir monoflorales. Por eso, cada una de estas mieles diferenciadas tiene un sabor único, muy distinto entre sí, y que ofrecen una experiencia extasiante, o al menos híper estética, a quien tiene la fortuna de probarlas.

Para lograrlo, deben aplicarse minuciosos procesos durante la extracción y envasado, así como pruebas de análisis posteriores para confirmar que efectivamente cada miel diferenciada corresponde exclusivamente a cada uno de los cuatro tipos. En pocas palabras, cada miel de Apiflor está comprometida con el sabor, con la nutrición y salud, con el medioambiental y con el bienestar de sus productores.

En Suum te invitamos a consumir sensiblemente, es decir, a considerar cuál es el impacto social y ambiental de los productos que adquieres. Por eso aquí promovemos productos y servicios que, como Apiflor, no solo son de gran calidad, y en ese sentido son buenos para ti, también benefician a México, a sus comunidades y pequeños productores.

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El resurgimiento del chicle natural en México

Originalmente el chicle se extrae de un árbol; ahora están reviviendo esa práctica para hacer chicle natural, artesanal y sustentable.

El chicle proviene del látex que se cosecha del árbol del chicozapote, que crece nativo en la Selva Maya de la península de Yucatán, el norte de Guatemala y una porción de Belice. En los años cincuenta del siglo pasado se encontraron substitutos sintéticos, derivados del petróleo, como el acetato de polivinilo, que reemplazaron al chicle natural en la elaboración de las gomas de mascar y la actividad chiclera decayó drásticamente.

La Unión de Productores de Chicle Natural

Frente a esta crisis, también propiciada por la privatización de la Impulsora y Exportadora Nacional (Impexnal), una empresa estatal que en alianza con el Banco de Comercio Exterior (Bancomext) se ocupaba de  la comercialización de productos mexicanos en el extranjero, el gobierno de Quintana Roo invitó a Manuel Aldrete, que entonces participaba en el Plan Piloto Forestal, a realizar un diagnóstico de la actividad chiclera, reestructurarla y darle rentabilidad.  Se llevaron a cabo infinidad de consultas y reuniones con los chicleros hasta que seis cooperativas decidieron integrar la Unión de Productores de Chicle Natural y se dieron a la tarea de diseñar el modelo de negocio que seguirían. El proyecto avanzó, se sumaron más cooperativas y en 2002 se creó el Consorcio Chiclero que continuaba vendiendo el chicle exclusivamente como materia prima a Japón, Corea e Italia.   

La idea era desarrollar una goma de mascar y dejar de vender únicamente el chicle como materia prima. Las fórmulas de la goma base que elaboraban las grandes empresas norteamericanas eran un ¨secreto industrial¨, y no fueron patentadas para no publicar sus ingredientes y mezclas. El Consorcio Chiclero mexicano demoró cuatro años en desarrollar la formulación, invirtió recursos propios y contó con la valiosa asesoría del químico japonés Hashimoto San hasta que en 2009 nació Chicza como la primera goma de mascar certificada orgánica, biodegradable y 100% mexicana.

Al ejecutar el plan de negocios, los cooperativistas se dieron cuenta de que no podían competir con la goma sintética –el precio del chicle orgánico es 10 veces más alto– y esto los colocaba en otro nicho de mercado. Buscaron socios que les ayudaran a establecer una plataforma de lanzamiento, y con el nombre de “Mayan Rainforest” la nueva comercializadora comenzó a operar. Los primeros cinco años se destinaron a abrir mercado en Europa que es líder en el tema de productos orgánicos. 

Chicza, la marca de chicle que producen cooperativas en Quintana Roo

Actualmente, Chicza se comercializa en 27 países de la Unión Europea, el este europeo, Israel y Medio Oriente, Norteamérica, Asia y Australia, y tiene una red de socios –generalmente emprendedores jóvenes de entre 30 y 40 años– que colocan el producto en supermercados y tiendas de productos orgánicos, naturistas, veganos y gourmet. En Norteamérica Chicza coloca 300 mil unidades, contra los 3 millones de paquetes que vende en Europa. En el Consorcio Chiclero hoy día trabajan 1500 chicleros de 32 cooperativas que producen alrededor de 90 toneladas anuales de chicle, de las que transforman 50 toneladas en goma de mascar Chicza, orgánica, biodegradable y 100% mexicana.

 

 

 

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La miel medicinal producida en uno de los lugares más mágicos de México

En la Sierra Norte de Puebla se encuentra uno de los lugares más enigmáticos de México. Se trata de Cuetzalan, un pueblo onírico que reboza en riqueza natural y cultural. Con una población predominantemente indígena y un maravilloso mercado dominical, este lugar también se distingue por ser un centro de producción de miel de abejas nativas. 

La miel virgen tiene un sabor particular y notables propiedades medicinales, y es producida por una abeja sin aguijón llamada Pisilnekmej o “abeja pequeña” (Scaptotrigona mexicana). Similar a los beneficios asociados a la miel que produce su “prima” del sureste, la famosa abeja nativa Melipona beecheii de la región maya, la miel medicinal de Cuetzalan o miel virgen, como le llaman localmente, se utiliza desde hace muchas generaciones para prevenir y aliviar diversos malestares. 

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En Cuetzalan la miel medicinal favorece la economía local y la conservación de la biodiversidad

Existen indicios de que en esta región se cosechaba miel desde tiempos prehispánicos. En todo caso, en Cuetzalan la meliponicultura tiene un arraigo como actividad “tradicional”, aunque a pesar de ello, hace un par de décadas parecía que se truncaría esta herencia cultural, pues cada vez menos personas la practicaban. 

Por fortuna unos cuantos productores se unieron para recuperar la tradición y promoverla también como fuente de ingreso. Hoy hay más de 600 meliponicultores o productores de miel en la región, muchos de ellos son mujeres, están distribuidos en ocho municipios, y en buena parte agrupados en torno a la Unión de Cooperativas Tosepan Titataniske. Estas 600 familias viven de la producción de miel y saben que las abejas dependen de la diversidad de flores que encuentran en los cultivos y en la propia selva tropical del lugar, que está bien conservada. 

Tradicionalmente, estas pequeñas abejas negras construyen su colmena dentro de dos ollas de barro encontradas “boca a boca”. Cuando es llega el tiempo de recolectar la miel, el meliponicultor simplemente desprende las ollas y, del panal que tiene , en forma de espiral, extrae la miel y el polen. Posteriormente, una de las ollas, que contiene a la abeja reina –y que no se tocó– , se une a otra olla y se sella para que continúe así la producción de miel de esa colmena.

Propiedades medicinales que se atribuyen a la miel artesanal de Cuetzalan 

Su sabor es ligeramente agridulce y su consistencia es algo más líquida que la miel común –porque contiene 25% de humedad y aún cosechada continúa su proceso de fermentación natural. Se le atribuyen propiedades medicinales, como antibiótico, digestivo, antigripal y cicatrizante. Isabel Esteban Márquez, meliponicultora local, sugiere mezclarla con agua tibia y tomarla en ayunas, o recomienda también su aplicación en heridas y piquetes de insectos. 

En SUUM distribuimos la “miel virgen” de Cuetzalan, que producen los socios de la cooperativa Tosepan Titataniske, bajo un esquema de comercio justo. Promovemos éste y otros productos que son buenos para ti, buenos para las economías locales y también para la conservación de la biodiversidad.

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La historia de la goma de mascar (y cómo nació en México)

Hay que remontarse a 1860 cuando un estadounidense llamado Thomas Adams, al fracasar en su intento de vulcanizar el látex para sustituir el hule –trabajo encomendado por el entonces Presidente de México Antonio López de Santa Anna– tuvo la idea de cocinar el chicle y comercializarlo. Este fue el primer intento de vender lo que ahora conocemos como goma de mascar, luego le agregó azúcar y saborizante y el éxito comercial fue inmediato. La empresa de la familia Adams fundó la Tutti Frutti e inventó una máquina expendedora que operaba con monedas de un centavo de dólar. En 1919 en alianza con la American Chicle Company construyó en Long Island sobre una superficie de 51,000 m2 una fábrica con valor de 2 millones de dólares que tenía 500 empleados y producía 5 millones de paquetes de goma de mascar al día.

Otra figura clave fue William Wrigley quien fundó su empresa en 1898 y desde el inicio lanzó masivas campañas promocionales que le permitieron conquistar el 60% del mercado en sólo dos décadas. En 1915 la Wrigley´s envió gratuitamente un paquete con cuatro tabletas de goma de mascar a un millón y medio de personas enlistadas en el directorio telefónico de Estados Unidos. Wrigley se convirtió en un ícono del hombre de negocios en Estados Unidos y, en octubre de 1929, su retrato apareció en la cubierta de la revista Time.

La mayor parte del chicle natural provenía de México donde las empresas norteamericanas tuvieron concesiones de uso sobre la selva de hasta 800,000 hectáreas solamente en el estado de Campeche. A principios de la Primera Guerra Mundial se dió un dramático aumento en la demanda del chicle, gracias a una campaña masiva de comunicación en la que Wrigley convenció al público de que “mascar habitualmente goma de mascar reduce la tensión, ayuda a la digestión y mitiga la sed y el hambre”. Fue así como la goma de mascar se incluyó en las raciones de alimentos que el ejército entregaba a los soldados norteamericanos, y éstos la difundieron sobre todo en Inglaterra e Italia.

En la década de 1930 a las compañías se les retiraron las concesiones de explotación de las selvas, y se transfirió a las comunidades locales su propiedad, lo cual trajo de inmediato resultados positivos en el nivel de vida de los campesinos; el ingreso por venta de chicle aumentó 300% y se formaron pequeños asentamientos que concentraron espacialmente a la población. En muy pocos años el total de la explotación chiclera era realizada por las comunidades locales y así nació la primera cooperativa de productores de chicle.

En 1943 México exportó a Estados Unidos 8,165 toneladas de chicle –si se sabe que de un árbol de chicozapote se obtienen en promedio dos kilos de chicle, esto significa que en un año se cosecharon por lo menos cuatro millones de chicozapotes de las selvas de Campeche y Quintana Roo.

Unos años después, y debido principalmente al desarrollo de sustitutos sintéticos derivados del petróleo como el acetato de polivinilo, la demanda internacional del chicle cayó bruscamente y la actividad chiclera sufrió un grave deterioro. Los 20 mil chicleros que existían en 1943, se redujeron a mil para 1994.

Fue hasta el 2002 cuando en México se creó el Consorcio Chiclero, hoy participan 1500 chicleros de 32 cooperativas que producen alrededor de 90 toneladas anuales de chicle, de éstas, en su planta industrial de Chetumal, transforman 50 toneladas en la goma de mascar Chicza que tiene el certificado orgánico y empacan para la venta en paquetes  de 15 gramos con sabor menta, yerbabuena, limón, canela y frutos rojos.

Cooperativa indígena Tosepan Titataniske

En la Sierra Norte de Puebla, la cooperativa de productores indígenas Tosepan Titataniske, cuyo nombre significa “unidos venceremos”, cumplió 40 años de su conformación. Actualmente realizan más de 400 asambleas al mes, y tienen más de 30 mil socios del movimiento cooperativo. Su objetivo central es mejorar la calidad de vida de sus socios, manteniendo su identidad cultural y preservando sus recursos.

Para lograrlo han desarrollado en la zona distintos programas de trabajo que responden a las necesidades específicas de las comunidades, en áreas relacionadas con la producción, alimentación, salud, vivienda, educación, comunicaciones y con el mejoramiento de servicios básicos como agua potable, luz y drenaje. Es decir, buscan una vida buena.

La Rifa Chocolate tabletas de diferentes variedades

La Rifa no es una chocolatería cualquiera: es una fábrica donde experimentan con todas las posibilidades del cacao y es un rincón agradable para desayunar y tomar bebidas de cacao.

El nombre científico del árbol de cacao es Theobroma, que significa “alimento de los dioses”. Lo es, pero la industria del chocolate se ha encargado de quitarle su divinidad. Se ha estandarizado y convertido en otra cosa, en pura azúcar. Esto puede ser más grave de lo que suena, pues con la estandarización la diversidad del cacao va desapareciendo. México es la tierra de esta especie y por ello no hay mejor manera para protegerlo que desde aquí. La Rifa es uno de los proyectos (que son pocos todavía) que lo están haciendo; que vuelven al grano, al origen. Su local en la Plaza Washington –la esquina más afortunada de la Juárez– abrió hace apenas unos cuantos meses y lo recomendamos muchísimo: es un verdadero santuario al Soconusco.

Tras descubrir su amor por el chocolate, Daniel Reza compró una mesa de mármol y así fue como todo comenzó: la colocó en el departamento de sus papás en Iztapalapa, para templar el chocolate y hacer confitería. Pero pronto descubrió que el chocolate era mucho más que eso. O sea, descubrió el universo vastísimo del cacao. Entonces mudó su espacio a Coyoacán –que está en Ignacio Allende 45– y recientemente llegó a la Juárez, a un local muy bonito donde uno puede tomar o comer todo de cacao que ahí, en su propio laboratorio de experimentación, hacen desde cero.

El cacao que les llega del Soconusco, del norte de Chiapas, de Comalcalco o Comalcán en Tabasco o de Oaxaca pronto se convierte en bebidas de cacao lavado o fermentado, soda, pan, cacao nibs, pasteles o barras –que han sido premiadas como “mejor chocolate de grano”. Para La Rifa es importante aprovechar las variedades de cacao y hacer un chocolate totalmente distinto con cada uno. Muchos factores influyen para que una taza o barra de chocolate exista. Cuando se usa la semilla del cacao hay mucho espacio para el juego, tal vez demasiado. Como con el maíz o café, las variables son infinitas: la tierra, el proceso, cosecha, hasta cómo se transporta, tuesta o almacena. El resultado siempre será distinto.

El cacao no se puede concebir como monocultivo; se cultiva en una suerte de micro sistema agroforestal donde conviven alrededor de 60 especies entre flores, frutos tropicales, árboles que dan sombra como canela, ceiba, chicozapote, piña. Estos sabores los absorbe la manteca del cacao. Además de proteger la diversidad el productor no solo vive del cacao sino de todas las frutas y flores que cosecha, ya sea para vender en mercados o consumo propio. Una razón para no tumbar sus selvas, es decir no aceptar el ganado que les regala el gobierno y que echa a perder la tierra o sembrar monocultivos.

Desde hace cuatro años La Rifa organiza el Festival de Cacao en el Exconvento de Culhuacán, en las faldas del Cerro de la Estrella. Porque aunque sus dos locales estén en zonas más de moda, Daniel procura organizar eventos fuera del circuito de siempre, para descentralizar y que proyectos como este lleguen a más partes de la ciudad. El próximo festival será a principios de mayo.

Entre mas gente trabaje con el cacao, lo procure y lo coma, más tiempo podremos disfrutarlo. Nuestra tarea es fácil: comamos mucho (buen) chocolate.

* Recomendación especial: Pide un #terruño al barista y te servirán el paquete que es un secreto a voces: mezcal + chocolate que es una suerte de maridaje a ciegas porque uno se entera hasta el final qué tipo de mezcal o chocolate probó.