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Miel orgánica, sustentable y justa desde Chiapas

Suena bien, pero ¿qué quiere decir que una miel sea sustentable, justa y orgánica? y ¿qué significa que en México se esté produciendo este tipo de miel? Hace seis años, en 2014, cerca de 300 productores agrupados en cinco cooperativas, se unieron en Chiapas. Estos apicultores tenían en común buenas prácticas con el entorno y especial interés por su conservación. Hoy, son dueños de su propia empresa y producen miel certificada como orgánica, así como delicadas mieles diferenciadas (monoflorales). Su miel es precisamente sustentable, justa y orgánica.

La existencia de la Red de Productores Apícolas del Estado de Chiapas (PROADECH) es un ejemplo de como en México puede producirse miel que sea exquisita, con tonos de sabor únicos, y saludable, por ser miel 100% natural y contener todas sus propiedades nutricionales, pero que además su consumo beneficie directamente la economía de quienes la producen (pequeños productores de comunidades chiapanecas), y que las zonas donde se produce, estén conservadas y protegidas.

Actualmente, la red de apicultores tiene 246 integrantes de esta red, de los cuales, 157 son hombres y 89 son mujeres (el 35%). La mayoría de los miembros son indígenas, pues el 80% de los miembros y pertenecen a los grupos tzotzil, tzeltal y chol.

Miel que protege el territorio y cuida la biodiversidad 

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Además de aplicar “buenas prácticas” de producción en sus apiarios, orientadas a asegurar un proceso de producción sostenible y respetuoso con el ambiente, los miembros de PROADECH se dedican a labores de recate de semillas de plantas nativas, que crecen en invernaderos y luego usan para reforestar las áreas próximas a sus apiarios. Es decir, en la medida en que esta red prolifere, habrá más superficie natural conservada, lo cual sería una gran noticia no solo para las regiones donde se encuentran activos sus apicultores, también para todo el país y, en otra medida, para el planeta.

Los miembros de la Red de Productores Apícolas del Estado de Chiapas entienden que su economía está íntimamente ligada a la conservación de los ecosistemas circundantes. Por esta razón, y además de sus prácticas ecoamigables de producción y reforestación de zonas degradadas, también han implementado programas de educación ambiental en las escuelas de la localidad, y campañas comunitarias para el manejo inteligente de residuos y deshechos. Por estas razones todas las mieles que produce PROADECH están certificadas como productos “amigables con la biodiversidad”.

Una miel 100% natural y por lo tanto una miel saludable

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Contrario a lo que ocurre con frecuencia en la producción industrial de alimentos, la PROADECH recalca entre sus propósitos no solo el cuidado del entorno natural, de su fauna y flora, también hacen explícito su compromiso con la calidad de su miel y con la salud de quien la consume: “Ponemos a su disposición miel de abeja 100% natural, sin mezclas ni alteración física o térmica que afecte las propiedades nutricionales que la miel aporta al organismo”. Además, advierten “(Nuestros productos se analizan) para constatar que nuestra producción está libre de residuos de pesticidas organoclorados y organofosforados y por tanto nuestros productos son saludables.”

Lo anterior adquiere particular valor si consideramos que increíblemente se calcula que el 30% de la miel que se comercia mundialmente en el mercado, ni siquiera es miel. 

Mieles mexicanas de ensueño

Además de su miel certificada como orgánica, y una miel multifloral de uso común, la PROADECH, vía su marca Apliflor, produce y comercializa cuatro mieles diferenciadas según su tipo de floración: campanita, canelo, cafetal y mangle. Esto quiere decir que las abejas que las producen solo se alimentan de flores de una u otra planta, es decir monoflorales. Por eso, cada una de estas mieles diferenciadas tiene un sabor único, muy distinto entre sí, y que ofrecen una experiencia extasiante, o al menos híper estética, a quien tiene la fortuna de probarlas.

Para lograrlo, deben aplicarse minuciosos procesos durante la extracción y envasado, así como pruebas de análisis posteriores para confirmar que efectivamente cada miel diferenciada corresponde exclusivamente a cada uno de los cuatro tipos. En pocas palabras, cada miel de Apiflor está comprometida con el sabor, con la nutrición y salud, con el medioambiental y con el bienestar de sus productores.

En Suum te invitamos a consumir sensiblemente, es decir, a considerar cuál es el impacto social y ambiental de los productos que adquieres. Por eso aquí promovemos productos y servicios que, como Apiflor, no solo son de gran calidad, y en ese sentido son buenos para ti, también benefician a México, a sus comunidades y pequeños productores.

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Mezcal artesanal y sustentable de la sierra de Guerrero

Hoy más que nunca debemos valorar el mezcal verdaderamente artesanal. Y nos referimos no solo al que está hecho de forma tradicional y cuidadosa, sino al que además beneficia directamente a sus productores y es respetuoso con el ambiente y los recursos naturales. Luego de más de una década del explosivo aumento en el consumo de mezcal, tanto en México como en el mundo, es fundamental hacerlo. En 2019 se produjeron más de siete millones de litros de mezcal en el país, parte de esta producción se exportó a 68 países. Por eso, vale la pena preguntarnos qué tanto beneficio aporta a los lugares y comunidades donde se produce, y qué costo para el entorno y los recursos naturales conlleva producirlo. La respuesta a esta pregunta está en el mezcal que tú decides consumir.

En las montañas de Guerrero nace una marca colectiva de maestros mezcaleros

En la región de la baja montaña de Guerrero, en los municipios de Chilapa de Álvarez, Zitlala, Ahuacuotzingo y Tixtla, un grupo de maestros mezcaleros se organizó hace tres décadas para apoyarse mutuamente, y con el tiempo crearían una marca colectiva para vender su mezcal. Desde entonces, los maestros que hoy forman parte de Sanzekan, eran conscientes de la importancia de respetar el monte, donde crecía el Agave Cupreata o maguey papalote silvestre, como le llaman en la zona. También, entendían el valor de producirlo cuidadosamente, de forma completamente artesanal, según la tradición local transmitida de una generación a otra, durante siglos.

Como empresa social le apostamos al manejo racional y sustentable de nuestros recursos naturales, es por ello que hemos implementado diversos programas que nos permitan garantizar su uso sustentable; contamos entre otros con un programas de reforestación de maguey (anualmente 1.5 millones de plántulas), se realizan obras de conservación de suelos y retención de agua, el bagazo que resulta de la producción del mezcal se utilice como abono en los campos y cada una de nuestras fábricas cuenta con biofiltros para el tratamiento de aguas residuales.

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Sansekan, un mezcal justo, artesanal y delicioso

Cada botella esta firmada por su productor y fechada a mano. En el reverso, se incluye una leyenda que transmite el espíritu de este mezcal:

Elaboramos el mezcal Sanzekan con Agave Cupreata, planta endémica del región del Río Balsas. No talamos selvas para cultivarlo, reforestamos y cuidamos las fuentes de agua y leña. Siguiendo la tradición de siglos, las cabezas son cocidas en hornos de piso con leña de encino, fermentadas en tinas de madera, procesadas con doble destilado en cobre y, por último, puestas a madurar exclusivamente en garrafones de vidrio. Ni el maguey ni el mezcal tienen sentido sin su gente y su cultura, por eso cuidamos también que los beneficios de nuestro producto lleguen a las comunidades y contribuyan a consolidar su patrimonio. 

En Suum te invitamos a consumir sensiblemente, es decir, a considerar cuál es el impacto social y ambiental de los productos que adquieres. Por eso aquí promovemos productos y servicios que, como Sanzekan, no solo son de gran calidad, y en ese sentido son buenos para ti, también benefician a México, a sus comunidades y pequeños productores.

Imagen principal:  Annika Boerm

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El resurgimiento del chicle natural en México

Originalmente el chicle se extrae de un árbol; ahora están reviviendo esa práctica para hacer chicle natural, artesanal y sustentable.

El chicle proviene del látex que se cosecha del árbol del chicozapote, que crece nativo en la Selva Maya de la península de Yucatán, el norte de Guatemala y una porción de Belice. En los años cincuenta del siglo pasado se encontraron substitutos sintéticos, derivados del petróleo, como el acetato de polivinilo, que reemplazaron al chicle natural en la elaboración de las gomas de mascar y la actividad chiclera decayó drásticamente.

La Unión de Productores de Chicle Natural

Frente a esta crisis, también propiciada por la privatización de la Impulsora y Exportadora Nacional (Impexnal), una empresa estatal que en alianza con el Banco de Comercio Exterior (Bancomext) se ocupaba de  la comercialización de productos mexicanos en el extranjero, el gobierno de Quintana Roo invitó a Manuel Aldrete, que entonces participaba en el Plan Piloto Forestal, a realizar un diagnóstico de la actividad chiclera, reestructurarla y darle rentabilidad.  Se llevaron a cabo infinidad de consultas y reuniones con los chicleros hasta que seis cooperativas decidieron integrar la Unión de Productores de Chicle Natural y se dieron a la tarea de diseñar el modelo de negocio que seguirían. El proyecto avanzó, se sumaron más cooperativas y en 2002 se creó el Consorcio Chiclero que continuaba vendiendo el chicle exclusivamente como materia prima a Japón, Corea e Italia.   

La idea era desarrollar una goma de mascar y dejar de vender únicamente el chicle como materia prima. Las fórmulas de la goma base que elaboraban las grandes empresas norteamericanas eran un ¨secreto industrial¨, y no fueron patentadas para no publicar sus ingredientes y mezclas. El Consorcio Chiclero mexicano demoró cuatro años en desarrollar la formulación, invirtió recursos propios y contó con la valiosa asesoría del químico japonés Hashimoto San hasta que en 2009 nació Chicza como la primera goma de mascar certificada orgánica, biodegradable y 100% mexicana.

Al ejecutar el plan de negocios, los cooperativistas se dieron cuenta de que no podían competir con la goma sintética –el precio del chicle orgánico es 10 veces más alto– y esto los colocaba en otro nicho de mercado. Buscaron socios que les ayudaran a establecer una plataforma de lanzamiento, y con el nombre de “Mayan Rainforest” la nueva comercializadora comenzó a operar. Los primeros cinco años se destinaron a abrir mercado en Europa que es líder en el tema de productos orgánicos. 

Chicza, la marca de chicle que producen cooperativas en Quintana Roo

Actualmente, Chicza se comercializa en 27 países de la Unión Europea, el este europeo, Israel y Medio Oriente, Norteamérica, Asia y Australia, y tiene una red de socios –generalmente emprendedores jóvenes de entre 30 y 40 años– que colocan el producto en supermercados y tiendas de productos orgánicos, naturistas, veganos y gourmet. En Norteamérica Chicza coloca 300 mil unidades, contra los 3 millones de paquetes que vende en Europa. En el Consorcio Chiclero hoy día trabajan 1500 chicleros de 32 cooperativas que producen alrededor de 90 toneladas anuales de chicle, de las que transforman 50 toneladas en goma de mascar Chicza, orgánica, biodegradable y 100% mexicana.

 

 

 

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La miel medicinal producida en uno de los lugares más mágicos de México

En la Sierra Norte de Puebla se encuentra uno de los lugares más enigmáticos de México. Se trata de Cuetzalan, un pueblo onírico que reboza en riqueza natural y cultural. Con una población predominantemente indígena y un maravilloso mercado dominical, este lugar también se distingue por ser un centro de producción de miel de abejas nativas. 

La miel virgen tiene un sabor particular y notables propiedades medicinales, y es producida por una abeja sin aguijón llamada Pisilnekmej o “abeja pequeña” (Scaptotrigona mexicana). Similar a los beneficios asociados a la miel que produce su “prima” del sureste, la famosa abeja nativa Melipona beecheii de la región maya, la miel medicinal de Cuetzalan o miel virgen, como le llaman localmente, se utiliza desde hace muchas generaciones para prevenir y aliviar diversos malestares. 

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En Cuetzalan la miel medicinal favorece la economía local y la conservación de la biodiversidad

Existen indicios de que en esta región se cosechaba miel desde tiempos prehispánicos. En todo caso, en Cuetzalan la meliponicultura tiene un arraigo como actividad “tradicional”, aunque a pesar de ello, hace un par de décadas parecía que se truncaría esta herencia cultural, pues cada vez menos personas la practicaban. 

Por fortuna unos cuantos productores se unieron para recuperar la tradición y promoverla también como fuente de ingreso. Hoy hay más de 600 meliponicultores o productores de miel en la región, muchos de ellos son mujeres, están distribuidos en ocho municipios, y en buena parte agrupados en torno a la Unión de Cooperativas Tosepan Titataniske. Estas 600 familias viven de la producción de miel y saben que las abejas dependen de la diversidad de flores que encuentran en los cultivos y en la propia selva tropical del lugar, que está bien conservada. 

Tradicionalmente, estas pequeñas abejas negras construyen su colmena dentro de dos ollas de barro encontradas “boca a boca”. Cuando es llega el tiempo de recolectar la miel, el meliponicultor simplemente desprende las ollas y, del panal que tiene , en forma de espiral, extrae la miel y el polen. Posteriormente, una de las ollas, que contiene a la abeja reina –y que no se tocó– , se une a otra olla y se sella para que continúe así la producción de miel de esa colmena.

Propiedades medicinales que se atribuyen a la miel artesanal de Cuetzalan 

Su sabor es ligeramente agridulce y su consistencia es algo más líquida que la miel común –porque contiene 25% de humedad y aún cosechada continúa su proceso de fermentación natural. Se le atribuyen propiedades medicinales, como antibiótico, digestivo, antigripal y cicatrizante. Isabel Esteban Márquez, meliponicultora local, sugiere mezclarla con agua tibia y tomarla en ayunas, o recomienda también su aplicación en heridas y piquetes de insectos. 

En SUUM distribuimos la “miel virgen” de Cuetzalan, que producen los socios de la cooperativa Tosepan Titataniske, bajo un esquema de comercio justo. Promovemos éste y otros productos que son buenos para ti, buenos para las economías locales y también para la conservación de la biodiversidad.

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La historia de la goma de mascar (y cómo nació en México)

Hay que remontarse a 1860 cuando un estadounidense llamado Thomas Adams, al fracasar en su intento de vulcanizar el látex para sustituir el hule –trabajo encomendado por el entonces Presidente de México Antonio López de Santa Anna– tuvo la idea de cocinar el chicle y comercializarlo. Este fue el primer intento de vender lo que ahora conocemos como goma de mascar, luego le agregó azúcar y saborizante y el éxito comercial fue inmediato. La empresa de la familia Adams fundó la Tutti Frutti e inventó una máquina expendedora que operaba con monedas de un centavo de dólar. En 1919 en alianza con la American Chicle Company construyó en Long Island sobre una superficie de 51,000 m2 una fábrica con valor de 2 millones de dólares que tenía 500 empleados y producía 5 millones de paquetes de goma de mascar al día.

Otra figura clave fue William Wrigley quien fundó su empresa en 1898 y desde el inicio lanzó masivas campañas promocionales que le permitieron conquistar el 60% del mercado en sólo dos décadas. En 1915 la Wrigley´s envió gratuitamente un paquete con cuatro tabletas de goma de mascar a un millón y medio de personas enlistadas en el directorio telefónico de Estados Unidos. Wrigley se convirtió en un ícono del hombre de negocios en Estados Unidos y, en octubre de 1929, su retrato apareció en la cubierta de la revista Time.

La mayor parte del chicle natural provenía de México donde las empresas norteamericanas tuvieron concesiones de uso sobre la selva de hasta 800,000 hectáreas solamente en el estado de Campeche. A principios de la Primera Guerra Mundial se dió un dramático aumento en la demanda del chicle, gracias a una campaña masiva de comunicación en la que Wrigley convenció al público de que “mascar habitualmente goma de mascar reduce la tensión, ayuda a la digestión y mitiga la sed y el hambre”. Fue así como la goma de mascar se incluyó en las raciones de alimentos que el ejército entregaba a los soldados norteamericanos, y éstos la difundieron sobre todo en Inglaterra e Italia.

En la década de 1930 a las compañías se les retiraron las concesiones de explotación de las selvas, y se transfirió a las comunidades locales su propiedad, lo cual trajo de inmediato resultados positivos en el nivel de vida de los campesinos; el ingreso por venta de chicle aumentó 300% y se formaron pequeños asentamientos que concentraron espacialmente a la población. En muy pocos años el total de la explotación chiclera era realizada por las comunidades locales y así nació la primera cooperativa de productores de chicle.

En 1943 México exportó a Estados Unidos 8,165 toneladas de chicle –si se sabe que de un árbol de chicozapote se obtienen en promedio dos kilos de chicle, esto significa que en un año se cosecharon por lo menos cuatro millones de chicozapotes de las selvas de Campeche y Quintana Roo.

Unos años después, y debido principalmente al desarrollo de sustitutos sintéticos derivados del petróleo como el acetato de polivinilo, la demanda internacional del chicle cayó bruscamente y la actividad chiclera sufrió un grave deterioro. Los 20 mil chicleros que existían en 1943, se redujeron a mil para 1994.

Fue hasta el 2002 cuando en México se creó el Consorcio Chiclero, hoy participan 1500 chicleros de 32 cooperativas que producen alrededor de 90 toneladas anuales de chicle, de éstas, en su planta industrial de Chetumal, transforman 50 toneladas en la goma de mascar Chicza que tiene el certificado orgánico y empacan para la venta en paquetes  de 15 gramos con sabor menta, yerbabuena, limón, canela y frutos rojos.

Chicleros de la selva de México y su relación con el árbol del chicozapote

Por Fulvio Eccardi

El chicozapote (Manilkara zapota), de donde se obtiene el chicle, es un árbol nativo de las selvas atlánticas de Nicaragua y del Gran Petén, que abarcan parte de la Península de Yucatán, Belice y Guatemala y que son, hoy día por su tamaño, la segunda área de selva perennifolia del continente americano, sólo después del Amazonas. El chicozapote es uno de los árboles más comunes de estas selvas, y en ciertas áreas se pueden contar hasta 30 por hectárea.

Contemplar a los “chicleros” acercarse al chicozapote, tocarlo, treparlo y hacerle los cortes en la corteza por los que escurrirá el látex, es abrir una ventana a una relación muy estrecha y antigua entre el hombre y la naturaleza. La labor del chiclero es dura y muchas  veces peligrosa. Trabajar en la selva durante la época de lluvias, que es temporada de cosecha del chicle, significa andar constantemente mojado y soportar sin descanso los piquetes de los mosquitos. En ocasiones, puede suceder que un machetazo mal colocado corte la soga a la cual los chicleros se aseguran y la caída provoque graves lesiones o aun la muerte. Con un filoso machete, con el cual van aplicando incisiones en forma de zigzag desde la base del tronco hasta sus primeras ramificaciones, estos hombres, acostumbrados a intensas jornadas de trabajo, se trepan a los árboles, que llegan a medir más de cuarenta metros de altura con diámetros superiores a un metro, con la simple ayuda de garfios en las botas y una soga atada alrededor de la cintura y sujeta al tronco del árbol. Por las incisiones practicadas, el látex irá escurriendo hasta depositarse en bolsas de henequén que fijan a la base del tronco.

Según el tamaño y las veces que haya sido “chicleado”, de un chicozapote se pueden extraer de 500 gramos a dos kilogramos de látex. Al finalizar el día se recolecta el látex de las bolsas, se filtra y se pone a hervir en pailas metálicas. Poco a poco el látex va perdiendo humedad y se torna pegajoso hasta que se cuece. Una vez frío, se coloca en moldes de madera recubiertos de jabón –que evita que se pegue– y se obtienen las marquetas de chicle. Después de ser chicleado, un árbol debe “descansar” entre cinco y ocho años.

En 2009 nació Chicza, la primera goma de mascar mexicana elaborada con chicle natural, está certificada como orgánica y es biodegradable. Se fabrica en Quintana Roo en la planta industrial de Chetumal que pertenece a las cooperativas chicleras agrupadas en la empresa social Consorcio Chiclero.

 

Chicle, un “invento” mexicano

por Fulvio Eccardi 

El chicle es muy presente en la cultura contemporánea pero pocos conocen sobre su uso en tiempos prehispánicos, de dónde se obtiene y cómo el hábito de mascarlo se difundió en todo el mundo.  

“Las causas porque las mujeres mascan el tzictli (chicle en nahuátln.d.r.) es para echar la reuma y también porque no les hieda la boca … y por aquello no sean desechadas.” -– nos relata Fray Bernardino de Sahagún en su Historia General de las Cosas de Nueva España – “… por la mayor parte suélenla mascar las muchachas y mozas que ya son adultas…pero no la mascan todas en público…sino en sus casas; y las que son públicas mujeres…en todas partes, en el tiánquez(se refiere a tianguis, n.d.r.) sonando las dentelladas, como castañetas. Los hombres también mascan el tzictli…empero hácenlo en secreto.”  Entonces, en la antigua Tenochtitlán para mascar el chicle existían reglas sociales que posiblemente venían de una tradición todavía más antigua.  

El hábito de mascar chicle se mantuvo en México de manera marginal a lo largo de los siglos de la colonia hasta que la demanda de chicle natural explotó alreredor de 1920 y alcanzó el máximo durante la Segunda Guerra Mundial. El gobierno de Estados Unidos lo clasificó como materia prima estratégica para sus militares que combatían al frente, éstos lo recibían en tabletas junto con sus raciones diarias de comida.  

Chicle es el látex que se cosecha del árbol de chicozapote, especie nativa de la Selva Maya de la península de Yucatán, del norte de Guatemala y de una porción de Belice. En los años cincuenta del siglo pasado se encontraron substitutos sintéticos, derivados del petróleo, que sustituyeron al chicle natural como materia prima para la elaboración de las gomas de mascar y por ello la actividad chiclera decayó drásticamente. 

Fue hasta 2002 que en México se conformó el Consorcio Chiclero donde hoy día trabajan 1500 chicleros afiliados a 32 cooperativas que producen alrededor de 90 toneladas anuales de chicle; de éstas transforman 50 toneladas en goma de mascar –certificada orgánica en su nueva planta industrial de grado farmacéutico ubicada en ChetumalQuintana Roo, que en breve obtendrá la certificación ISO 9001 (que es el estándar internacional de carácter certificable que regula los Sistemas de Gestión de la Calidad)La goma de mascar viene en presentaciones de 15 gramos, los sabores son menta, yerbabuenalimóncanela y frutos rojos. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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¿Por qué es importante favorecer el comercio justo al momento de elegir un producto?

Las campanas del libre mercado resonaron con gran fuerza sobre todo en la segunda mitad del siglo pasado. Como si las libertades individuales culminaran y fueran equiparables con el libre mercado, los organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial y economistas como Milton Friedman y Friedrich von Hayek promovieron el neoliberalismo como una panacea y última corona de las libertades.

Sin embargo, como anunciaban algunos intelectuales como Wallerstein, el capitalismo del neoliberalismo sería insostenible porque la ambición por sí misma es desmedida y debe ser regulada (lejos del distanciamiento del Estado que promueve el neoliberalismo). Otro gran ingrediente del neoliberalismo que lo hace insostenible es que se inhumaniza, se vuelve abstracto. Estos supraelementos que son las corporaciones, que se desmenuzan en las bolsas de valores sin pertenecer aparentemente a nadie, hacen que la influencia de estas sea ubicua y a la vez de nadie. Una supraentidad a la que se obedece, se le teme, pero no se le conoce.

Mientras las especulaciones y el lobby en los sistemas políticos favorecen a ciertas empresas, el verdadero mercado, las personas de carne y hueso son dejadas atrás por la liberación de capitales que suelen beneficiar a pocos: los afortunados que saben jugar ese juego por cultura, ambición, perspicacia y en pocos casos, por el azar. Mientras los precios internacionales de los granos fluctúan, por ejemplo, en relación a los grandes productores del mundo, los campesinos locales deben adecuarse a estos cambios aunque estén completamente excluidos de esa dinámica.

Es decir, las reglas que rigen el libre mercado están verdaderamente lejanas a las economías locales a pequeña escala y el neoliberalismo promovido desde muchos gobiernos busca abarcarlo todo, llegar a los más mínimos y recónditos espacios para integrar su dinámica supuestamente buena para todos. Pero, en el caso mexicano, que adoptó las medidas de organismos internacionales como el Banco Mundial, la pobreza persiste desde hace 30 años en los mismos niveles (la mitad de la población), fenómeno que se repite en otros países igualmente endeudados con los organismos internacionales y enfrascados en la falta de oportunidades para sus habitantes, que siguen esperando las promesas del neoliberalismo.

Ante esto, hay quienes voltean a ver a lo pequeño; no los cambios radicales del sistema, sino eso que apenas se va abriendo paso en una sociedad: una mayor conciencia en numerosos aspectos, incluyendo el consumo. La economía solidaria o el comercio justo van creciendo paulatinamente, sin escándalos y con una fortaleza que viene de su legitimidad.

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¿Qué es el comercio justo?

La economía solidaria o comercio justo es un tipo de economía: una forma de producción, consumo y distribución de la riqueza centrada en la valorización del ser humano y no en la priorización del capital.

Sus principales virtudes:

  • Garantizar a los productores y productoras un salario y unas condiciones laborales justas.
  • Asegurar que los niños y niñas no sean explotados; estos pueden ayudar a sus familias, pero en ningún momento se pondrá en riesgo su desarrollo y se asegurará su educación, descanso y el ocio propio de su edad.
  • Las organizaciones productoras deben destinar una parte de sus beneficios a las necesidades básicas de sus comunidades: sanidad, educación, agua, saneamiento y seguridad alimentaria. El comercio justo debe contribuir al desarrollo de toda la comunidad.
  • El funcionamiento de las organizaciones productoras debe estar basado en la participación y la democracia y velará por la igualdad entre hombres y mujeres.
  • Las relaciones comerciales se basarán en el diálogo, la transparencia y el respeto mutuo, asegurando que estas relaciones sean a largo plazo y garanticen el pago una vez formalizado el contrato.
  • La producción se realizará garantizando la protección del medio ambiente.
  • Los productos de comercio justo serán elaborados bajo normas de calidad.

 

¿Por qué favorecer el comercio justo?

Cuando compramos comercio justo solemos favorecer a los pequeños productores, que son justo los que producen en pequeñas escalas, lejos de los procesos industriales tan dañinos. Es decir, los productos de pequeñas cooperativas o campesinos suelen ser mucho más sanos porque, además, deben cumplir ciertos requerimientos de calidad. De esta manera ayudas a que los grandes consorcios no sean los únicos que venden alimentos, por ejemplo, sino que también exista un mercado alternativo que produce alimentos más sanos y desde técnicas tradicionales.

Uno de los grandes problemas del capitalismo neoliberal es que la repartición de la riqueza en la cadena de producción suele ser poco equitativa y más aún, cuando los precios están globalizados. De esta manera, los más marginados han creado con el comercio justo una forma de participar en el capitalismo desde un mercado más informado y consciente, que persigue intereses de justicia y responsabilidad social además de individuales.

Cabe advertir que no todos los productos etiquetados como comercio justo son realmente auténticos. Está probado, por ejemplo en el documental Oro negro, cómo cadenas como Starbucks, Procter & Gamble, Nestlé y Kraft, quienes controlan más de 50% del mercado de 80 mil millones de dólares que genera la industria del café, en realidad abusan de este tipo de conceptos y compran el café a minúsculos precios a los productores, pese a etiquetarse como comercio justo.

Como siempre, quizá la mejor forma de que puedas asegurarte de que el producto que compras sea realmente de comercio justo es que provenga de productores locales cercanos. Recuerda: mientras más se aproximen los productos a la producción a pequeña escala y cercana a tu comunidad, serán más auténticos.

 

Reproducimos esta nota con autorización de ecoosfera.com