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La historia de la goma de mascar (y cómo nació en México)

Hay que remontarse a 1860 cuando un estadounidense llamado Thomas Adams, al fracasar en su intento de vulcanizar el látex para sustituir el hule –trabajo encomendado por el entonces Presidente de México Antonio López de Santa Anna– tuvo la idea de cocinar el chicle y comercializarlo. Este fue el primer intento de vender lo que ahora conocemos como goma de mascar, luego le agregó azúcar y saborizante y el éxito comercial fue inmediato. La empresa de la familia Adams fundó la Tutti Frutti e inventó una máquina expendedora que operaba con monedas de un centavo de dólar. En 1919 en alianza con la American Chicle Company construyó en Long Island sobre una superficie de 51,000 m2 una fábrica con valor de 2 millones de dólares que tenía 500 empleados y producía 5 millones de paquetes de goma de mascar al día.

Otra figura clave fue William Wrigley quien fundó su empresa en 1898 y desde el inicio lanzó masivas campañas promocionales que le permitieron conquistar el 60% del mercado en sólo dos décadas. En 1915 la Wrigley´s envió gratuitamente un paquete con cuatro tabletas de goma de mascar a un millón y medio de personas enlistadas en el directorio telefónico de Estados Unidos. Wrigley se convirtió en un ícono del hombre de negocios en Estados Unidos y, en octubre de 1929, su retrato apareció en la cubierta de la revista Time.

La mayor parte del chicle natural provenía de México donde las empresas norteamericanas tuvieron concesiones de uso sobre la selva de hasta 800,000 hectáreas solamente en el estado de Campeche. A principios de la Primera Guerra Mundial se dió un dramático aumento en la demanda del chicle, gracias a una campaña masiva de comunicación en la que Wrigley convenció al público de que “mascar habitualmente goma de mascar reduce la tensión, ayuda a la digestión y mitiga la sed y el hambre”. Fue así como la goma de mascar se incluyó en las raciones de alimentos que el ejército entregaba a los soldados norteamericanos, y éstos la difundieron sobre todo en Inglaterra e Italia.

En la década de 1930 a las compañías se les retiraron las concesiones de explotación de las selvas, y se transfirió a las comunidades locales su propiedad, lo cual trajo de inmediato resultados positivos en el nivel de vida de los campesinos; el ingreso por venta de chicle aumentó 300% y se formaron pequeños asentamientos que concentraron espacialmente a la población. En muy pocos años el total de la explotación chiclera era realizada por las comunidades locales y así nació la primera cooperativa de productores de chicle.

En 1943 México exportó a Estados Unidos 8,165 toneladas de chicle –si se sabe que de un árbol de chicozapote se obtienen en promedio dos kilos de chicle, esto significa que en un año se cosecharon por lo menos cuatro millones de chicozapotes de las selvas de Campeche y Quintana Roo.

Unos años después, y debido principalmente al desarrollo de sustitutos sintéticos derivados del petróleo como el acetato de polivinilo, la demanda internacional del chicle cayó bruscamente y la actividad chiclera sufrió un grave deterioro. Los 20 mil chicleros que existían en 1943, se redujeron a mil para 1994.

Fue hasta el 2002 cuando en México se creó el Consorcio Chiclero, hoy participan 1500 chicleros de 32 cooperativas que producen alrededor de 90 toneladas anuales de chicle, de éstas, en su planta industrial de Chetumal, transforman 50 toneladas en la goma de mascar Chicza que tiene el certificado orgánico y empacan para la venta en paquetes  de 15 gramos con sabor menta, yerbabuena, limón, canela y frutos rojos.