La Rifa Chocolate tabletas de diferentes variedades

La Rifa no es una chocolatería cualquiera: es una fábrica donde experimentan con todas las posibilidades del cacao y es un rincón agradable para desayunar y tomar bebidas de cacao.

El nombre científico del árbol de cacao es Theobroma, que significa “alimento de los dioses”. Lo es, pero la industria del chocolate se ha encargado de quitarle su divinidad. Se ha estandarizado y convertido en otra cosa, en pura azúcar. Esto puede ser más grave de lo que suena, pues con la estandarización la diversidad del cacao va desapareciendo. México es la tierra de esta especie y por ello no hay mejor manera para protegerlo que desde aquí. La Rifa es uno de los proyectos (que son pocos todavía) que lo están haciendo; que vuelven al grano, al origen. Su local en la Plaza Washington –la esquina más afortunada de la Juárez– abrió hace apenas unos cuantos meses y lo recomendamos muchísimo: es un verdadero santuario al Soconusco.

Tras descubrir su amor por el chocolate, Daniel Reza compró una mesa de mármol y así fue como todo comenzó: la colocó en el departamento de sus papás en Iztapalapa, para templar el chocolate y hacer confitería. Pero pronto descubrió que el chocolate era mucho más que eso. O sea, descubrió el universo vastísimo del cacao. Entonces mudó su espacio a Coyoacán –que está en Ignacio Allende 45– y recientemente llegó a la Juárez, a un local muy bonito donde uno puede tomar o comer todo de cacao que ahí, en su propio laboratorio de experimentación, hacen desde cero.

El cacao que les llega del Soconusco, del norte de Chiapas, de Comalcalco o Comalcán en Tabasco o de Oaxaca pronto se convierte en bebidas de cacao lavado o fermentado, soda, pan, cacao nibs, pasteles o barras –que han sido premiadas como “mejor chocolate de grano”. Para La Rifa es importante aprovechar las variedades de cacao y hacer un chocolate totalmente distinto con cada uno. Muchos factores influyen para que una taza o barra de chocolate exista. Cuando se usa la semilla del cacao hay mucho espacio para el juego, tal vez demasiado. Como con el maíz o café, las variables son infinitas: la tierra, el proceso, cosecha, hasta cómo se transporta, tuesta o almacena. El resultado siempre será distinto.

El cacao no se puede concebir como monocultivo; se cultiva en una suerte de micro sistema agroforestal donde conviven alrededor de 60 especies entre flores, frutos tropicales, árboles que dan sombra como canela, ceiba, chicozapote, piña. Estos sabores los absorbe la manteca del cacao. Además de proteger la diversidad el productor no solo vive del cacao sino de todas las frutas y flores que cosecha, ya sea para vender en mercados o consumo propio. Una razón para no tumbar sus selvas, es decir no aceptar el ganado que les regala el gobierno y que echa a perder la tierra o sembrar monocultivos.

Desde hace cuatro años La Rifa organiza el Festival de Cacao en el Exconvento de Culhuacán, en las faldas del Cerro de la Estrella. Porque aunque sus dos locales estén en zonas más de moda, Daniel procura organizar eventos fuera del circuito de siempre, para descentralizar y que proyectos como este lleguen a más partes de la ciudad. El próximo festival será a principios de mayo.

Entre mas gente trabaje con el cacao, lo procure y lo coma, más tiempo podremos disfrutarlo. Nuestra tarea es fácil: comamos mucho (buen) chocolate.

* Recomendación especial: Pide un #terruño al barista y te servirán el paquete que es un secreto a voces: mezcal + chocolate que es una suerte de maridaje a ciegas porque uno se entera hasta el final qué tipo de mezcal o chocolate probó.

¿Quieres ayudar a México en serio? Necesitas empezar a comer estas 4 cosas ya

En muchos sentidos, los humanos hemos subestimado la importancia vital de la naturaleza. Igual que en el resto del mundo, en México eso se manifiesta en una enorme falta de conciencia ambiental, pero también en la depreciación (simbólica y económica) del campo y de la agricultura. El campo mexicano debería ser un asunto respetado y protegido por todos nosotros.

¿Y por qué? cuidar de nuestra tradición campesina es apostar por la seguridad alimentaria, definida como la capacidad de que todos los mexicanos tengamos acceso fácil a una alimentación nutritiva. Además, luchar por el campo (siempre y cuando se trate de agricultura sostenible) es luchar en contra del cambio climático y a favor de la flora nativa.

Esquemas tradicionales de siembra, como la milpa, están ligados a una gestión sostenible del territorio, pues los campesinos que los practican entienden que, así como es necesaria la tierra para sembrar, es necesario el equilibrio, la vida en los bosques, la fauna, la gestión adecuada del agua, los procesos que no dañan a otros y que no terminan por cobrársela a la misma tierra.

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Si esos argumentos no son suficientes, hay que recordar que las plantas endémicas son pieza clave del enorme rompecabezas de nuestra diversidad, que, además, se manifiesta no solo en la naturaleza, también en nuestra cultura. ¿Te imaginas un México sin maíz? ¿Sin aguacate?

En muchos sentidos, entonces, no se trata solo de revalorar al campo y a los campesinos, sino de encontrar estrategias para tener alimentos muy nutritivos y que no dañen el medio ambiente (aquí una lectura interesante sobre ese asunto). Piensa que si no comemos bien todos, es prácticamente imposible estar sanos y satisfechos. ¿Cómo resolver entonces nuestros problemas sociales? Primero, lo primero. Bien se dice que panza llena, corazón contento.

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No podemos saber aún en qué medida y dirección avanzarán las políticas públicas para incentivar una producción agrícola consciente. Las propuestas de las nuevas administraciones a penas se están presentando. Aún no podríamos calificarlas de auténticamente realistas y sustentables.

Así, empecemos nosotros haciendo algunos cambios. Comer es delicioso, claro, pero también se puede transformar en un acto para ayudar al país, pues, lo que decidimos o no consumir afecta la oferta y, eventualmente, las formas de producir. Exijamos con nuestro consumo una producción más sustentable.

Incluyendo estos cuatro alimentos en tu dieta podrías hacer una auténtica diferencia:

Café sustentable

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El café es profundamente querido. Así, pedirte que lo incluyas en tu dieta tal vez sea repetitivo. Pero no estamos hablando de cualquier café. Si quieres echar una mano a los campesinos mexicanos, urge que cambies tu clásico soluble por un buen café orgánico, tal vez de Veracruz o Oaxaca y comercializado directamente por los productores o sus cooperativas. Es muy grave hacer lo contrario.

En las fincas cafetaleras utilizadas para la siembra extensiva de café, con vistas a su venta masiva, es común cultivar el grano “robusta” que según este artículo de El País, es más barato, de menor calidad y mucho menos amigable con el medio ambiente, porque necesita sembrarse a cielo abierto y no junto a otros árboles frutales o maderables, lo que lo vuelve un problema cuando se trata de gestionar de manera equilibrada la siembra.

Miel maya

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Si te encanta la miel, asegúrate de comprar la que producen las abejas mayas. En general, las abejas están en peligro de extinción debido a la deforestación, los pesticidas, el crecimiento de las ciudades, entre otras cosas. Esto puede convertirse en un problema enorme.

En este interesante artículo de Reporte Índigo sobre el asunto se cita un dato crucial de la FAO: hay 100 tipos de cultivos agrícolas que proporcionan el 90% de los alimentos de todo el mundo y 71 de ellos son polinizados por las abejas. Es muy sencillo: sin abejas habría una enorme crisis agrícola.

Si queremos mantener la diversidad de cultivos, debemos mantener a las abejas. Quienes hacen miel de manera correcta, informada y sustentable (como las mujeres del proyecto Soy Abeja Maya), son responsables de mantener vivas a múltiples colonias de abejas y, con ellas, la tradición de comer miel y usarla como sustancia medicinal.

Maíz nativo

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En la forma de elote, gordita, esquite, tamal, tortilla o itacate. Como sea. Como quieras. Salado o dulce. Tienes que empezar a comer maíz y no cualquier maíz. Tienes que empezar a comer maíz nativo. Por un lado, porque el maíz nativo y los mexicanos estamos completamente conectados: sin un cuidadoso proceso de cultivo y selección que empezó hace miles de años esta planta no existiría. Y hay que decirlo: sin maíz ¿habría país?

Pero nuestra planta está desapareciendo, en gran medida porque los consumidores no la estamos exigiendo. Y deberíamos, porque es nutritiva deliciosa y sus diversas cualidades le permiten sobrevivir a los cambios en el clima y a las plagas sin necesidad de pesticidas o fertilizantes. Por último, consumir maíz nativo es apoyar la milpa y hacerlo es apostarle a las economías locales y comunitarias. ¿Necesitas más buenas razones?

Aguacate criollo

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Se afirma en este artículo de Animal Político:  “durante las tres semanas previas al Super Bowl 2019, la Asociación de Productores y Empacadores Exportadores de Aguacate de México (APEAM) estimó que se enviaron unas 120 mil toneladas de aguacate a Estados Unidos. O sea, el equivalente a la mitad del peso de la Estatua de la Libertad de Nueva York.”

¿Deberíamos celebrar la noticia? Sí y no. Desde el sentido estrictamente económico esta fiebre por el “oro verde” mexicano es algo muy bueno. Pero en el sentido ecológico y social, no tanto. La siembra extensiva del aguacate nos ha costado, como se explica en este brillante artículo de Raúl Benet, la pérdida de medio millón de hectáreas de bosque (y eso solo en Michoacán).

Además, cita Benet, según el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria y Forestal (INIFAP), cultivar aguacates implica “altas concentraciones de pesticidas y fertilizantes, que contaminan los mantos freáticos, los arroyos y todos los cuerpos de agua”, sin mencionar los efectos en personas y animales.

Por otro lado, este no es un llamado a no comer aguacate. Al contrario: es una invitación a comer variedades de esta fruta, que podrían no ser tan populares. El “aguacate Hass” es el más común, pero el aguacate criollo, aunque sabe un poco distinto es igualmente delicioso y es mucho más fácil comprarlo directo de quien lo cosecha, en los mercados, sobre todo.

Así puedes asegurarte de que su siembra es sustentable, libre de pesticidas y que al comprarlo apoyas la economía local y no un sistema extensivo y explosivo, de orígenes dudosos.

 

Esta nota fue originalmente publicada en masdemexico.com

¿Qué es el consumo responsable y por qué urge que comiences a practicarlo?

¿Sabías que tu decisión de consumo es una herramienta poderosísima para cambiar el mundo? Aquello que tomas en cuenta a la hora de elegir un producto o servicio por sobre otro, envía un mensaje contundente para la industria y el mercado; y mejor aún: puedes dictarles las características que ellos tendrán que adoptar para que tú consumas sus productos.

Por ejemplo, si millones de personas consumimos una cierta marca porque nos garantiza que en sus procesos de producción se respeta el medioambiente, se cuidan los recursos naturales, se pagan sueldos justos y están garantizados ciertos estándares de calidad, entonces básicamente estamos obligando a que el resto de marcas de ese mercado comiencen a adoptar medidas similares en su afán de lograr que nosotros consumamos sus productos. Y esto, considerando el tamaño y poder que muchas marcas y compañías tienen, estaría ya haciendo una gran diferencia.

 

¿Qué es el consumo responsable?

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En pocas palabras, se trata de la decisión de compra (o consumo) a partir de criterios que privilegian la producción responsable. Simplemente se requiere que el consumidor, o sea cada uno de nosotros, se tome la molestia de informarse sobre cómo se elaboran los productos o se confeccionan los servicios a los que va a recurrir.

Es detenerte un segundo y preguntarte: ¿de dónde viene y a dónde irá lo que estás comprando o consumiendo?

Para esto es fundamental tomar en cuenta, a grandes rasgos, tres aspectos:

 

1. Impacto ambiental

Cómo impacta en el medioambiente la elaboración de un producto es un aspecto esencial a considerar (tanto en su producción como en su empacamiento, transporte, distribución y manejo de residuos).

 

2. Impacto social

Entender las consecuencias de las políticas de la marca o compañía frente a la sociedad: ¿pagan sueldos justos? ¿respetan los derechos humanos de todos los involucrados en su cadena de producción? ¿fomentan buenas prácticas y valores?

 

3. Calidad

Un producto o servicio tiene que ser de calidad; esto significa que los insumos que utilizan son buenos y que sus procesos son óptimos. Un buen producto debe poner la calidad por encima de la rentabilidad.

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¿Por qué urge que nos convirtamos todos en consumidores responsables?

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Porque si orillamos a las grandes marcas y empresas a adoptar medidas favorables para el entorno natural y para la sociedad, esto tendrá beneficios monumentales para el medioambiente, la economía y el respeto a los derechos humanos.

Un ejemplo: si cierta marca de ropa emplea a niños de países en condiciones de pobreza para manufacturar sus prendas, y masivamente la castigáramos dejando de comprar sus productos (o comprando los de sus competidores que no incurren en estas prácticas), entonces esa marca inevitablemente tendría que cambiar sus políticas de producción y ofrecer condiciones dignas a sus empleados. Esto beneficiaría a miles de personas que podrían acceder a condiciones mucho más favorables y, por ende, tener acceso a una calidad de vida mucho mayor.

Otro ejemplo: si una compañía de alimentos naturales utiliza químicos que contaminan la tierra y probablemente son dañinos para tu salud, castiga a sus empleados (campesinos) con malos sueldos y empaca sus verduras con material particularmente contaminante, y de pronto se encuentra con que sus ventas se han reducido significativamente porque los consumidores reprueban sus prácticas, entonces tendría dos opciones: mejorar estos aspectos o cerrar.

 

La nueva conciencia exige consumo responsable

En Ecoosfera cultivamos y promovemos la “conciencia contemporánea”, qué más allá de un término que sin duda suena bonito, se refiere a ese cúmulo de valores que dan forma a nuevos paradigmas. Dentro de esto, el consumo responsable ocupa un lugar fundamental. La sociedad tiene que entender el poder que hay detrás de su decisión de consumo; privilegiar con nuestro dinero a los productos y servicios que hacen las cosas bien es un motor fundamental para que las industrias y mercados se vean obligados a adoptar prácticas sanas y respetuosas con el medioambiente y con los demás seres humanos.

En pocas palabras: consume responsablemente…

 

Esta nota fue originalmente publicada en ecoosfera.com